Por Rafael Filizzola Serra[1] 

Cuando hablamos de genocidio (exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos de raza, de religión o de política), habitualmente pensamos en el Holocausto del Pueblo Judío durante la II Guerra Mundial por parte del régimen nazi de Adolf Hitler.

Pocas veces recordamos que esta palabra fue acuñada por el jurista judeo-polaco Raphael Lemkin, quien, tras huir de la persecución nazi (1939), inició una campaña de denuncia contra los delitos de lesa humanidad que se estaban cometiendo en la Alemania de Hitler. Lemkin tuvo como antecedente justamente lo ocurrido décadas atrás con la población armenia, que durante los años 1915 y 1923 padeció una política sistemática de persecución y exterminio por parte del entonces Imperio Turco – Otomano.

Durante esos años, en las principales ciudades armenias se detuvo y ejecutó a gran parte de la población. Los sobrevivientes fueron deportados en condiciones inhumanas, lo cual tuvo como derivación más dolor y muertes como consecuencia del hambre y las enfermedades. Se calcula que en total murieron asesinados o a causa de las deportaciones masivas entre 1.000.000 y 1.500.000 armenios.

El Genocidio Armenio es negado por el Gobierno turco, a pesar de que el propio padre de la Turquía moderna, Kemal Atatürk, en 1920 asumió la existencia de esta masacre como “un acto vergonzoso”. Es más, hoy ni siquiera ese Gobierno desconoce la matanza, sino que se limita a reducir el número de las víctimas y rechazar que se trate de un genocidio, para eludir responsabilidades jurídicas de derecho internacional.

La Cámara de Senadores de nuestra República, en coincidencia con la recordación de los cien años de esta página negra de la historia del siglo XX, aprobó la Declaración N° 101/15 por la que se reconoce “el genocidio sufrido por el pueblo armenio en el periodo 1915-1923 cometido por el Imperio Turco-Otomano, al conmemorarse este año el Centenario de dicho crimen de lesa humanidad”. Una decisión soberana y consecuente con la historia de nuestro país.

En respuesta a esta resolución del 29 de octubre pasado, el Gobierno de Turquía anunció hace dos semanas que “suspende todo tipo de relaciones” con Paraguay “hasta tanto se subsane la situación” (ABC, 21/11/15). En lo personal me parece un acto de prepotencia. De todas formas están en su derecho como Paraguay está en el suyo.

Lo lamentable es que nuestra diplomacia, en lugar de defender la potestad soberana del Senado a expresarse, ha iniciado gestiones para revertir la declaración parlamentaria; en pocas palabras, “subsanar” la situación como exige el Gobierno Turco (ABC, 21/11/15). Las fuentes consultadas son del propio Ministerio de Relaciones Exteriores.

Nuestra diplomacia demuestra un desconocimiento supino de la posición internacional actual sobre el Genocidio Armenio y de los hechos históricos comprobados por la comunidad intelectual.

¿Acaso Turquía ha amenazado con romper relaciones, o lo ha hecho, con Argentina, Bolivia, Chile, Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Alemania, Austria, Holanda, Suecia, Polonia, Rusia, Lituania, Eslovaquia? (El País, 24/04/15), entre otros países que se han pronunciado en términos similares al Senado paraguayo.

También el Parlamento Europeo reconoció este año el Genocidio Armenio por amplia mayoría. Los grupos políticos pactaron una resolución conjunta en la que pidieron a Turquía que aproveche la conmemoración del centenario de estos hechos para “asumir su pasado, reconocer el genocidio armenio y, de esta manera, allanar el camino para una verdadera reconciliación entre los pueblos turco y armenio” (El País, 15/04/15). ¿Rompió el Gobierno de Turquía relaciones con la Unión Europea?

Más allá del escaso sentido de nuestra condición de país soberano que tiene la Cancillería, de una política exterior complaciente, sometida e improvisada, este caso se trata de una cuestión de dignidad y de justicia. La dignidad de un país que sufrió el exterminio y que tiene la obligación moral de pronunciarse contra actos como este y tantos otros, para que jamás vuelvan a ocurrir. Y de justicia, porque los delitos de lesa humanidad no solamente tienen que denunciarse sino también resarcirse. Armenia merece una justa reparación por todo lo que padeció, así como también nuestro país.

El papa Francisco, recordando este trágico episodio, con motivo de su centenario, se refirió a la masacre armenia sosteniendo que “fue el primer genocidio del siglo XX”. Como no hubo consecuencias, no debe extrañar a nadie que sea verdadera la siguiente frase que se atribuye a Hitler mientras se planificaba el exterminio del pueblo Judío: “Después de todo, nadie se acuerda del aniquilamiento de los armenios”.

Espero sinceramente que Paraguay no se arrodille una vez más ante la presión y el chantaje, que nuestra diplomacia sea digna de un país soberano.

Publicado en el diario ABC en su edición del 24/11/15
[1] Profesor de Derecho Político (UC), ex Diputado, Senador y Ministro del Interior, Presidente del PDP
http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/el-genocidio-armenio-y-nuestra-dignidad-como-pais-soberano-1429540.html

 

 

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